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Mi ascenso a la cumbre del Cotopaxi.

Mi ascenso a la cumbre del Cotopaxi: Una aventura emocionante en uno de los volcanes más altos de Ecuador. En este artículo, compartiré mi experiencia personal sobre cómo llegué a la cima del Cotopaxi, uno de los volcanes más altos y emocionantes de Ecuador.

Desde el ascenso hasta el refugio, hasta la caminata final hacia la cumbre, describiré cada paso del camino y los desafíos que enfrenté en el camino. Además, compartiré algunos consejos útiles para aquellos que estén interesados en hacer la misma ascensión.

Si estás buscando una aventura emocionante en Ecuador, ¡no te pierdas mi historia sobre cómo llegué a la cima del Cotopaxi! Y si quieres seguir descubriendo más lugares emocionantes y culturas únicas en Ecuador y otros destinos, ¡no olvides suscribirte a mi canal de YouTube Trips & Travel Ecuador, y seguirme en todas mis redes sociales!

 

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Acompañame a alcanzar una de mis metas más anheladas por mucho tiempo, yo siempre he tenido la inquietud por explorar lugares naturales remotos, cuando niño miraba hacia el horizonte y me preguntaba, qué hay más allá de donde mis ojos alcanzan a ver, qué hermosos parajes me esperan. Mi ascenso a la cumbre del Cotopaxi.

¿Por qué escalar montañas?

Escalar montañas no es para demostrarle nada a nadie, más que a uno mismo, literalmente cada paso es una lucha constante, una lucha contra ti mismo. 

Debido a la pandemia he perdido mucho, pero sobre todo a personas que eran importantes para mi, mi abuelo, que fue prácticamente mi padre, dejó este mundo y un enorme vacío.

Perdí completamente el enfoque de mi vida personal y profesional, me quedé sin ideas, perdí mi empleo, y ninguna idea me funcionó. La crisis personal y profesional fue muy fuerte.

Cuando no podía ver la luz al final del túnel, de a poco volví a mi profesión de guía de turismo, las personas comenzaron a viajar  y de a poco se fue reactivando todo, sin embargo aún tenía ese vacío en mi interior.

Comencé el camino del autodescubrimiento, saber quien en realidad era yo y que tenía para ofrecer al mundo, los miedos se hicieron más tangibles.

Conectar con la naturaleza, subir una montaña, me hizo dar cuenta que no hay metas que no pueda alcanzar. Por eso mi meta ahora es que los jóvenes puedan superar sus miedos con un viaje de aventura.

Marco-en-Cotopaxi-01-1

¿Cómo me preparé para la escalada?

No es para nada fácil alcanzar una cumbre tan espectacular como la del Taita Cotopaxi, subir hasta los 5897 msnm es un reto constante en cada paso, con inmenso respeto a la madre naturaleza.

Meses antes de la ascensión me preparé mucho, caminando en las montañas, corriendo, pedaleando en mi bicicleta por muchos kilómetros, nadando en una piscina de agua mineral natural a casi 3000 msnm; pero sobre todo la preparación fundamental está en la mente, fortalecerla es lo más importante.

El momento perfecto no existe, así que hay que aprovechar las oportunidades, mis amigas guías Erika, MarleVero - quien por cierto tiene un excelente proyecto denominado como “Warmi Montaña” en el cual ella sube a las cumbres más imponentes y en el punto más alto se toma una fotografía vistiendo su vestimenta tradicional indigena de Zumbahua, según ella me lo dijo personalmente, con el objetivo de revitalizar su cultura indígena, y que las nuevas generaciones no pierdan su herencia y apropiación cultural –

Ellas estaban organizando una expedición para subir al Cotopaxi, me puse en contacto con ellas y me decidí a emprender con este objetivo, organizamos toda la logistica y ya no había marcha atrás, tenía los equipos específicos para alta montaña, casco, vestimenta adecuada (3 capas) arnés, cuerdas, mosqueton, ocho, botas, crampones de alta montaña y el piolet o hacha de hielo, la suerte estaba echada.

Salimos desde Quito muy temprano en la mañana, con todo el equipo listo, con las hojas de descargo de responsabilidad, la reserva para dormir esa noche en el refugio José Ribas a 4864 msnm, y también con muchas expectativas, muchos nervios porque esa iba a ser mi primera cumbre.

Nos encontramos quienes íbamos a formar parte de esa expedición, Eri, Vero, Marle y yo – así es, un hombre con 3 mujeres fuertes, empoderadas y decididas; pasamos el registro en el control Caspi y dio inicio nuestra aventura.

Gracias a nuestro amigo Carlos esposo de Gladys quien atiende en el centro de interpretación Mariscal Sucre, él muy amablemente nos llevó en su vehículo hasta el parqueadero del volcán a 4500 msnm, desde allí cargamos el equipo e iniciamos la subido hasta el refugio, una vez allí nos registramos, fuimos a las habitaciones para acomodar el equipaje, para luego salir a probar las botas y los crampones al glaciar.

 

Refugio y Glaciar.

Era la primera vez que yo usaba este equipo de alta montaña, usar las botas que son bastante rígidas en la parte de abajo, unida con los crampones era básicamente como usar zapatos de tacón, así que tuve que acostumbrarme a mantener el equilibrio y caminar sobre la nieve, he de reconocer que es un poco intimidante recibir la primera clase de glaciar en alta montaña e imaginarse que cualquier error puede ser fatal, es una actividad de mucho riesgo.

Regresamos al refugio antes de que oscureciera para cenar algo ligero, conversar un poco acerca de escalada y compartir momentos inolvidables con otros grupos de montañistas que iban a intentar la misma proeza que nosotros, brindamos por la vida, la madre naturaleza, la amistad y sobre todo por subir y regresar seguros de la cumbre.

Casi no pude dormir esa noche, nos acostamos muy temprano, el clima estaba muy calmado, casi no había viento, había un silencio casi sepulcral, se sentía la emoción y la tensión de todos los escaladores, nadie decía nada, cada uno estaba concentrado en hacer su mejor trabajo allí arriba, en el refugio hay dos grandes habitaciones con literas, así que no hay mucha privacidad que digamos, pero eso es lo de menos ya que nuestro objetivo es descansar para salir a la cumbre.

Apenas pasó la media noche y nos empezamos alistar para salir, llevar todo lo necesario y sobre todo salir enfocados y muy concentrados en nuestra meta, afuera del refugio cada uno pidió permiso al taita Cotopaxi para poder subir y regresar sin novedades; allí armamos las cordadas, Vero fue con Eri y Marle fue conmigo, la cuerda se convierte en tu cordón umbilical y literalmente tienes una conexión de por vida con tu pareja de cordada, cada uno depende del otro para ir y regresar con bien.

Las emociones estaban a flor de piel, iniciamos despacio a subir, en ese momento la oscuridad es completa, solamente interrumpida por las linternas de nuestros cascos, la primera media hora fue en arena y roca – terreno conocido para mí, porque había subido varias veces al refugio en ese tipo de terreno – sin embargo una vez llegamos al glaciar tuvimos que ponernos los crampones y desde allí comenzó realmente la expedición a la cumbre, entre más avanzamos, más empinado se ponía y más difícil era respirar, parecía que aceleramos el paso y con mucho respeto pasabamos a otras cordadas que habían salido unos minutos adelante.

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Tormenta en la montaña.

Con cada hora que pasaba, el esfuerzo se hacía monumental, cuando habíamos salido el clima estaba muy calmado, sin embargo conforme pasaba el tiempo se iba poniendo peor, el viento a partir de los 5000 msnm era inclemente, la lluvia se transformaba en granizo y golpeaba el rostro como agujas, era imposible ver más allá de un metro hacia cualquier dirección, de a poco el miedo me invadía con tan solo imaginar el abismo o una grieta en el siguiente paso, el reto ahora se convertía en una lucha mental contra uno mismo, confiar en tu cordada, y callar esa voz interna que te grita cuidado, que te grita ríndete, que te grita no deberías estar aquí, y miles de pensamientos que te invaden en esos momentos de incertidumbre.

Yanasacha.

Eran casi las 4 de la madrugada y habíamos llegado a una canaleta en la base del paso de Yanasacha (roca negra) una enorme pared de piedra donde no hay nieve ni hielo y por la cual es casi imposible escalar, por lo que el camino bordea esta enorme roca, este paso es sin lugar a dudas uno de los más duros.

La tormenta seguía azotando sin clemencia, las fuerzas se agotaban, cada paso era una lucha constante, una lucha no contra la montaña – jamás le ganaremos a la madre naturaleza – sino contra uno mismo, una lucha para seguir, para dar el siguiente paso, para no rendirse, en esos momentos la vida pasa frente a ti y te preguntas qué haces allí, porque someterse voluntariamente a semejante sufrimiento.

Allí en medio de la nada, no hay más a donde ir que no sea hacia arriba, ese lugar te ayuda a callar los miles de pensamientos que inundan tu mente, tu instinto de supervivencia te obliga a no rendirte, a dar el siguiente paso y a pesar del cansancio, del frío, de lo difícil que es respirar, que cada paso hacia adelante representa dos hacia atrás; sigues escalando, te aferras a la vida, en ese momento no puedes darte por vencido.

Cumbre.

Después de una hora (sumada a las otras 4) de tremenda escalada al fin estamos a una pasito de la cumbre, apenas recobré el aliento e iniciamos la subida final, en medio de la oscuridad todavía, con un frío que te hiela hasta los huesos, Marle como en toda la subida marca el camino, después de unos minutos veo que ella levanta los brazos en señal de victoria y cae de rodillas sin poder evitar el llanto, lo habíamos logrado, estábamos coronando la cumbre del majestuoso Cotopaxi, llegamos a los 5897 msnm (19.347 ft)

Aún era imposible admirar en donde estábamos, personalmente yo quería ver el cráter del gran volcán, sin embargo aún no llegaban los primeros rayos de sol del amanecer y el frío era inclemente, no nos permitió estar más de 5 minutos en semejante altura y nos vimos obligados a emprender el descenso, si tan solo hubiéramos podido esperar un poco más, pero la naturaleza es sabia, no era mi momento de apreciar todo el esplendor del cráter, humildemente lo acepté y regresé sin reproches ni remordimientos, solo con el deseo de volver en el futuro y que el taita Cotopaxi me permita admirar su belleza natural.

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Descenso.

Con tantos pensamientos y expectativas durante el ascenso en la completa oscuridad jamás dimensioné en mi mente el lugar en donde estaba; con los primeros rayos de sol, pude apreciar la magnitud del enorme glaciar, los imponentes seracs y las enormes y peligrosas grietas, se me congeló la sangre, y a la vez sentí una enorme emoción que nunca antes la había sentido, y no tengo la menor idea de cómo describirla.

Estaba abrumado por la inmensidad de la naturaleza, sintiéndome minúsculo, insignificante frente a la majestuosidad de las montañas de los andes ecuatorianos, durante el descenso realmente se puede apreciar los hermosos paisajes de las montañas, conforme iba aclarando más el paisaje se ponia mas hermoso.

Quizá estén pensando que es mucho más fácil bajar, sin embargo, las rodillas sufren mucho en el descenso, se hace mucho esfuerzo y hay que tomar en cuenta que ya traemos el cansancio acumulado de toda la subida.

Es un alivio cuando después de muchas horas me quité los crampones, me mantuvieron seguro en el glaciar durante la escalada, pero al quitarlos sentía que estaba nuevamente en terreno relativamente seguro.

Al fin llegamos al refugio y pudimos quitarnos todo el equipo de alta montaña, que alivio sentí al volver sano y salvo, descansamos un poco, alistamos nuevamente el equipaje, tomamos un delicioso y nutritivo desayuno, ahora si había que seguir bajando al parqueadero para salir del Parque Nacional Cotopaxi.

Sin lugar a dudas fue una experiencia renovadora vencer esos miedos infundados, olvidarse del qué dirán, saber que las metas son posibles de alcanzar con trabajo y perseverancia, entonces si quieren practicar deportes de aventura, no esperen más, no existe el momento perfecto, simplemente el momento es ahora, vamos por una nueva cumbre.


 
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